El Realismo decimonónico: un concepto polémico (II)

       Las controvertidas características del Realismo

       Voluntad de objetividad, impersonalidad o pretensiones historicistas son algunas de las principales características que la historiografía literaria ha atribuido al Realismo decimonónico.  Sin embargo, según el teórico René Wellek  (1968),  estas deben ser puestas entredicho para poder estudiar y abarcar la gran diversidad de obras que nacieron tras la revolución científica.

       El afán de muchos autores del XIX de alcanzar la “objetividad” plantea dos grandes problemas. Por un lado, oculta el hecho de que “retratar” determinados escenarios o clases sociales requiere (inevitablemente) tomar una serie de elecciones subjetivas, las cuales suelen implicar una intención de propaganda o de reacción hacia lo observado. Por otro, obliga a  excluir del Realismo a eminencias  de la literatura como  Tolstoi  o  Eliot al incumplir tal criterio.

      El rasgo estilístico de la “impersonalidad” es un recurso difícilmente alcanzable en la práctica, que no obstaculiza la ilusión de ficción: “las fantasías, los adornos del narrador no perturban la impresión de realidad […] Tío Toby y Becky Sharp parecen más vivos, más ‘reales’ que una figura de una novela completamente objetiva de Henry James[1]” (Wellek, 1968: 188).  Los novelistas españoles de finales del diecinueve[2], al contrario que Flaubert y al igual que Scott o Dickens, muestran abiertamente lo que piensa la voz narrativa sobre los personajes y ello no disminuye la verosimilitud de sus creaciones.

      La idea de que el Realismo decimonónico es  “historicista”, es decir, encajado en una realidad total, política, social y económica no es del todo cierta.  Flaubert, Balzac, Zola, Galdós o Pardo Bazán sitúan sus creaciones en contextos sociales reconocibles y reales. No obstante, en las obras de Jane Austen no se puede identificar un espacio o tiempo concreto y autores como Tolstoi se declaran antihistóricos: “a él le agradaría despojarlo de todas las instituciones, los recuerdos históricos y prejuicios, hasta de la sociedad y reducirlo a sus elementos” (Wellek, 1968: 18).

       Cuando los escritores del XIX intentaron ceñirse estrictamente a las pretensiones de objetividad y de historicismo,  escribieron obras propagandísticas o periodísticas de baja calidad pues eliminaron la distinción entre arte y comunicación de la información. Pero cuando  los artistas decidieron “crear realidades”, que no “reprodujeran” exactamente lo observado, lograron novelas  sublimes: “La teoría del realismo es, en definitiva, una mala estética porque todo arte es «creación» y en sí mismo un mundo de ilusión y formas simbólicas”  (Wellek, 1968: 190).

El realismo decimonónico: un concepto polémico (I)


[1] En el arte no debe confundirse realidad y verdad, ya que se pueden tener obras basadas en  acontecimientos no reales y el resultados ser mucho más verdaderas que en otras que si lo estén.  Puede citarse, a modo de ejemplo, la literatura simbólica, pues esta suele decir mucho más sobre los sentimientos humanos  que la mayoría de poesía realista (Jakobson, 1976).

[2] Pardo Bazán, Clarín o Galdós introducen numerosos y críticos comentarios en sus extensas obras a través de narradores omniscientes o  mediante el uso del estilo indirecto libre.

Bibliografía citada:

  • Jakobson,  Roman (1976), “Sobre el realismo artístico” Teoría de la literatura de los formalistas rusos”, ed Tzvetan  Todorov: Buenos Aires, Signos.
  • Wellek, René  (1968),  “El concepto de realismo en la investigación literaria”, Conceptos de crítica literaria,  Venezuela: Biblioteca de la    Universidad Central de Venezuela.

 

 

Acerca de Zoraida

Posee el doctorado en "Español: Lingüística, Literatura y Comunicación" de la Universidad de Valladolid. Ha realizado el Grado en Lengua y Literatura española (UAB) y el Máster de estudios filológicos superiores (UVA). Además, cuenta con dos posgrados: "Experto en Humanidades Digitales" (UNED) y "Diseño y gestión de proyectos elearning" (UOC). Gran parte del contenido del blog es de autoría propia y, por tanto, los derechos de propiedad intelectual de su contenido y de sus imágenes están reservados exclusivamente a su creadora. Los diversos elementos que conforman las entradas solo se podrá compartir reconociendo sus derechos morales y sin obtener ningún tipo de beneficio económico por ello.
Esta entrada fue publicada en Siglo XIX: Realismo y Romanticismo y etiquetada , , , , , , , , , , , , , , , , . Guarda el enlace permanente.

5 respuestas a El Realismo decimonónico: un concepto polémico (II)

  1. Bueno, también existen grandes escritores de fantasía que escriben la realidad.Por ejemplo, Julio Cortázar en su novela «El libro de Manuel».Para él no existía diferencia entre el mundo real y la fantasía.

    Le gusta a 1 persona

  2. Pingback: El realismo decimonónico: un concepto polémico (I) | Literatura, cultura y nuevas tecnologías

  3. Antes que nada, permíteme felicitarte por tu admirable labor bloguera.
    Creo que, si el realismo es una noción cambiante tanto en cuanto al realismo en general (siempre ha habido arte «realista») como al Realismo oficialmente llamado así (normalmente con «apellidos»: Decimonónico, Socialista, Mágico, Naturalista, etc.), se debe a la propia concepción cambiante del arte y de la propia realidad la realidad en cada época.
    Para el realismo decimonónico podrías tomar como su gran avance el descubrir en la materia de la vida cotidiana una dignidad intrínseca, frente a su asociación en siglos anteriores con lo «bajo», propio de la comedia o de la caricatura grotesca (la picaresca, por ejemplo). La «gente corriente», con la que el lector burgués (primero) y obrero (después) podía identificarse, se elevaban a la categoría de héroes. Balzac encontró en la vida burguesa grandeza moral, y Flaubert le otorgó dignidad estética.
    La aspiración a la objetividad -o a simularla-, en el sentido de narrador impasible, procedería tanto de los excesos declamatorios del Romanticismo como del materialismo intelectualmente elaborado por el positivismo filosófico. La modernidad confiaba en la ciencia como una instancia capaz de dotar de inteligibilidad al mundo, y con ella orden. No solo bienestar, ojo, sino orden moral, orden político… El siglo XX, las guerras mundiales, el advenimiento de la posmodernidad van desmoronando esas ilusiones, y aunque la realidad social permanece ya inamovible como fuente de inspiración, las técnicas narrativas reflejan ese desconcierto: la realidad solo puede apreciarse de manera subjetiva (Proust en adelante) o de manera caótica, como un mosaico de interpretaciones múltiples o ambiguas (Dos Passos…).
    Como bien dices, en el arte no pueden confundirse realidad y verdad. Dicho en otras palabras , el “realismo”, tanto el decimonónico como cuantas variedades hayan surgido después sujetas a tal etiqueta, no es lo mismo que realidad, pero trata de crear su efecto. Es llamativo que la palabra que propuso Maupassant para esta estética, en la que él mismo participaba cuando no componía cuentos de horror, fue la de “Ilusionismo”.
    Un cordial saludo desde Perú

    Le gusta a 1 persona

Deja un comentario