El realismo decimonónico: un concepto polémico (I)

EL  “REALISMO DECIMONÓNICO”: HISTORIA DE UN CONCEPTO

El realismo, como concepto de período, esto es, como idea reguladora, como tipo ideal que no será realizado completamente por ninguna obra individual y que, seguramente, estará mezclado […] con diferentes caracteres, supervivencias del pasado, anticipaciones del futuro y peculiaridades  individuales […]  (Wellek: 1968, 189).

    La representación literaria de la realidad social del Siglo XIX tuvo manifestaciones bastante diversas  en la teoría y en la práctica, ya que estas dependían del país  y del autor que las desarrollara. Los primeros testimonios que indican que hubo un cambio de conciencia estética a mediados del diecinueve se hallan en Francia.  Gustave Planche, en 1833, empleó el término Realismo para “aludir a la descripción minuciosa de las indumentarias y las costumbres en las novelas históricas”. Tales rasgos que, hoy, se considerarían características propias de los observadores románticos[1] trazaron las bases del llamado “Realismo decimonónico”(Wellek, 1968: 172).

       Las múltiples polémicas que surgieron, en la segunda mitad del Siglo diecinueve, relacionadas con las obras de Coubert[2],  con los ensayos “Le Realisme” del novelista  Champfleury y las publicaciones editadas por la revista Realisme (1856-1857), concluyeron  que: “El arte debe dar una representación exacta del mundo real: por tanto, debe estudiar la vida y las costumbres contemporáneas por medio de la observación meticulosa y el análisis cuidadoso” (Wellek, 1968: 173). 

    Escritores tan célebres como Balzac, Monnier y Charles de Bernard comenzaron a cultivar esta teoría, la cual tendría en tierras galas a su máximo exponente  en Flaubert. Sin embargo, su éxito no estuvo exento de polémica, ya que muchos  se opusieron al “uso del mínimo detalle exterior, del menosprecio al idea, y consideraron a la alardeada impersonalidad y objetividad como una excusa para el cinismo y la inmoralidad[3]” (Wellek, 1968: 173). Todas estas ideas, pronto, se extendieron por Europa, América y Rusia y  dieron lugar a un intenso debate sobre qué era un autor «realista».

     En Inglaterra, George Henry Lewes (1858)  proclamó al Realismo como la base de todo Arte y David Masson opuso a Thackeray «un novelista de la llamada escuela real» con Dickens «un novelista de la escuela Ideal o Romántica». La autoconciencia de la nueva estética llegó rápidamente a  los Estados Unidos. El norteamericano Henry James (1864) recomendó estudiar el famoso sistema realista, convirtiéndose así en uno de sus máximos representantes en el nuevo continente.

     En Alemania, el término Realismo fue empleado, ocasionalmente, en Siglo XIX para referirse a románticos como Goethe o a dramaturgos anteriores  como Shakespeare. El autor de Hamlet fue considerado el exponente más destacado de esta corriente, debido a que tanto sus escenografías como la psicología[4] de sus personajes resultan muy “reales”. Los críticos germanos posteriores interpretaron el concepto de Realismo, en este periodo histórico, basándose en sus propios intereses.

          Bruno Markwardt, en su erudito estudio Geschíchte der delltschenPoetík (1959), otorgó al término múltiples y extrañas etiquetas “Fcührealismus», «religios-ethischer Realismus» o «Idealrealismus», que solo conducen a crear una gran confusión.  Además, este crítico elidió todo lo que sucediera fuera de Alemania y Aristóteles. Es decir, para él no existían las obras de Flaubert o Balzac. Según Wellek (1968), los únicos alemanes que aportan teorías interesantes sobre el Realismo del Siglo XIX son Enrich Auerbach y Richard Brinkmann, aunque no comparte gran parte de sus ideas.

     Para Wellek (1968), Auerbach  cae en una terrible contradicción al combinar el concepto  de Realismo con el  existencialismo e historicismo[5]. También crítica, duramente, que en su definición de Realismo diga que este no debe  ser didáctico, moralista, retórico, idílico o cómico, ya que ello dejaría fuera de esta corriente al drama burgués o la novela  inglesa de los siglos XVIII y XIX,  a los rusos, a la mayoría de alemanes y a algunos franceses.

    Acerca de Brinkmann, Wellek (1968: 179) comenta lo siguiente. Por un lado, que el escritor alemán solo investiga  a autores nacionales que no son considerados de primer orden y, por tanto, su estudio puede definirse como bastante parcialista. Por otro, que la técnica de dramatizar la mente en un relato de Keyserling (máximo exponente según el teórico germano del Realismo) conduce a la disolución de la realidad  colectiva,  pues todo se convierte en interpretación subjetiva del individuo. Con esta teoría, por tanto, se subvierte  el significado de Realismo aceptado en el siglo XIX, ya que  las obras que sugiere Brinkmann no permitirían conocer la sociedad de manera objetiva o científica.

       En Italia, De Sanctis, en 1878, consideró al Realismo un excelente antídoto contra la ostentación, aunque la difusión del Naturalismo y la ciencia positivista hicieron que más tarde se manifestara opuesto a esta corriente. La crítica posterior, con excepción de los teóricos marxistas y encabezada por Croce, ha ignorado los problema que planteó esta estética, porque “no existe ninguna naturaleza o realidad fuera del espíritu y el artista no tiene que preocuparse por la relación entre ambos[6]”  (Wellek, 1968: 180). 

        Todo lo contrario sucedió en Rusia, donde el Realismo tuvo una larga,  compleja y singular trayectoria al unirse al movimiento socialista[7] y al continuar con algunos elementos de la tradición folclórica. Entre los autores rusos hubo diferencias bastante destacadas en relación a su forma de comprender y aplicar esta nueva estética.

       Dimitriv Pisarev utilizó el término Realismo como lema al entender este como un “análisis crítico” de la sociedad del momento (Wellek, 1968: 176). Dostoievski desaprobó la voluntad fotográfica, defendió el interés por lo fantástico y desarrolló una literatura en la que se retrataban todos los rincones del alma humana. Su novela El doble (1846)  es una muestra de cómo combinó este célebre escritor  elementos “idealistas” de los cuentos del poeta alemán Hoffman con el llamado «Realismo psicológico». Por último, Tolstoi mostró un violento rechazo hacia todo lo que representaba Flaubert. Por ello, en What is Art? (1897), no mencionó en ninguna ocasión la estética que el autor francés  seguía. 

       La crítica rusa, tras la exitosa difusión de los ideales marxistas, debatió intensamente sobre la importancia de la técnica realista en la literatura. Las ideas promulgadas por los defensores de que las obras literarias debían “reflejar la realidad”, para lograr el deseado cambio socialista, son revisadas por Georg Lukacs. Según él, la literatura realista crea personajes que son representativos y proféticos de la sociedad: “constituyen el puente entre el presente y el futuro, entre el ideal verdadero y el social” (Wellek, 1968: 176).

       En España, la fuerte tradición realista (con obras tan destacadas como La Celestina,  El Lazarillo o El Quijote) la retomaron a finales del periodo decimonónico escritores tan relevantes como Benito Pérez Galdós, Leopoldo Alas Clarín o Emilia Pardo Bazán.  La desheredada, La Regenta o Los pazos de Ulloa poseen detalladas y ricas descripciones físicas y psicológicas, realizadas por narradores omniscientes, que muestran cómo era la sociedad española de la época. Además, una obra teórica como La cuestión Palpitante (1883-1884) recoge interesantes debates sobre las ideas realistas y naturalistas del momento.

      El término «Naturalismo[9]» estuvo en constante competencia con el de «Realismo» y, a menudo, fue identificado con él. La escisión de ambos conceptos es el resultado de las investigaciones de la crítica moderna. No obstante, los dos no significan lo mismo, ni se manifestaron igual en los diversos países donde se desarrollaron tales corrientes.

        El concepto de  Realismo y su posterior y diferenciada «etapa naturalista« se estableció con firmeza en Francia. Las obras de Pierre Martino, Le Roman réaliste (1913) y Le Naturalisme français (1923) muestran que  Naturalismo era la doctrina de Zola e implicaba un enfoque científico y una  filosofía determinista, mientras que las creaciones realistas no poseían  tales pretensiones (Wellek, 1968:177).

       No sucedió igual en Inglaterra, donde debido a la confusión entre Realismo y Naturalismo se terminó optando por denominar al periodo estético, que abarca desde  mediados y a finales del Siglo  XIX,  como Victoriano. En Estados Unidos, se creyó que el Realismo, a diferencia del Naturalismo, no estaba interesado en la crítica social, sino en el conflicto entre los heredados ideales norteamericanos de fe en el individuo y el credo, pesimista y determinista, de la ciencia moderna[10].

El Realismo decimonónico: un concepto polémico (II)


[1] Las detalladas descripciones  de la sociedad contemporánea que pueden hallarse en algunas obras románticas de  Víctor Hugo o en  las escenas de costumbres de Larra serían para los críticos franceses, de la década de mil ochocientos treinta, muestras claras de realismo.
[2] Frente a los temas grandilocuentes  y las escenografitas aparatosas y exóticas propias del Romanticismo, Courbert ofrece en sus pinturas  sencillas y detalladas representaciones de la vida cotidiana con las que el público podía sentirse identificado.
[3] Emile Zola combatiría, décadas después, tales críticas diciendo que los idealistas mentían al eliminar los temas más desagradables o inmorales de su literatura, ya que tanto lo bello como lo “feo” forman parte de la realidad humana.
[4] La mayoría de críticos alemanes, al igual que  destacados escritores rusos como Dostoievski o Friedrich Schlegel,  creían que el realismo no solo debía retratar con exactitud la  realidad externa, sino también la interna, es decir, las pasiones y las  preocupaciones humanas.
[5] Auerbach, en Mimesis (1942), propone que el concepto de lo que consideramos “Realista” es sincrónico, es decir, que cambia con el paso del tiempo. El crítico alemán pone de ejemplo las obras de Homero. En La Odisea o La Iliada, los designios divinos que en ellas se muestran eran considerados como reales para los lectores de la época, al contrario que para nosotros.
[6]Croce, al considerar la mente del individuo como única realidad, desembocaría en el llamado “solipsismo”. Una creencia que iría, totalmente, en contra de todas las teorías empíricas difundidas en el Siglo XIX.
[7]  El Realismo socialista o proletario se desarrolló en la  Unión Soviética y en China como herramienta de propaganda de las doctrinas marxistas. Este limitaba considerablemente la libertad del artista, debido a que los autores estaban obligados a retratar la realidad de la clase obrera no como era, sino como debía ser según las ideas socialistas,  pues como dijo  Stalin los escritores tenían  que ser  los “ingenieros del alma humana”.
[8]  Adorno (1985)  crítico duramente las ideas de Lukacs sobre el realismo socialista. Para el escritor alemán  el arte no puede quedar reducido a la “reproducción” de la realidad, el arte debe de ser creativo y sugerente con el propósito de subvertir el orden establecido. Por ello, se declarará fiel defensor de las vanguardias y de las manifestaciones abstractas, todo lo contrario que  Lukacs.
[9] Emile Zola estableció las bases del Naturalismo en La novela experimental (1880). En esta obra, inspirada en la Introducción a la medicina experimental de Claude Bernard, el autor francés defiende que los escritores deben primero observar y después poner en práctica sus conocimientos, como si se trataran de médicos. El estudio del determinismo social y físico serán dos de sus principales objetivos.
[10] El Siglo XIX es el siglo de la revolución científica y filosófica. Las teorías sobre el origen de las especies de  Darwin, el experimentalismo  desarrollado por Claude Bernard o el pensamiento empírico del utilitaristas como Jeremías Bentham o John Stuart Mill trasmitieron a la sociedad  de la época un fuerte carácter  positivista.

BIBLIOGRAFÍA CITADA

  • Auerbach, Erich (1995), Mimesis: la representación de la realidad en la literatura  Occidental: México, Fondo de cultura económica.
  • Aristóteles (1974), Poética, ed.  Valentín García Yebra: Madrid, Gredos.
  • Barthes, Roland (1987), “El efecto de realidad”  El susurro del lenguaje: Barcelona, Paidós.
  • Jakobson,  Roman (1976), “Sobre el realismo artístico” Teoría de la literatura de los formalistas rusos”, ed Tzvetan  Todorov: Buenos Aires, Signos.
  • Wellek, René  (1968),  “El concepto de realismo en la investigación literaria”,   Conceptos de crítica literaria,  Venezuela: Biblioteca de la   Universidad Central de Venezuela.
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Acerca de Zoraida

Posee el doctorado en "Español: Lingüística, Literatura y Comunicación" de la Universidad de Valladolid. Ha realizado el Grado en Lengua y Literatura española (UAB) y el Máster de estudios filológicos superiores (UVA). Además, cuenta con dos posgrados: "Experto en Humanidades Digitales" (UNED) y "Diseño y gestión de proyectos elearning" (UOC). Gran parte del contenido del blog es de autoría propia y, por tanto, los derechos de propiedad intelectual de su contenido y de sus imágenes están reservados exclusivamente a su creadora. Los diversos elementos que conforman las entradas solo se podrá compartir reconociendo sus derechos morales y sin obtener ningún tipo de beneficio económico por ello.
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8 respuestas a El realismo decimonónico: un concepto polémico (I)

  1. literatoluisrodriguez dijo:

    En resumen la sociedad no estaba preparada por los convencionalismos ético religiosos de la época.

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  2. Gracias por el aporte cultural Zoraida!

    Le gusta a 1 persona

  3. literatoluisrodriguez dijo:

    Después de tanto tecnicismo pienso que el realismo puro no existe.
    Siempre hay algo del autor en el.
    A

    Le gusta a 2 personas

    • Si no somos capaces de definir qué es la realidad, mucho menos podremos ponernos de acuerdo en cómo se capta esta. Por ello, el Realismo del Siglo XIX tiene manifestaciones tan diveresas. No obstante, haré una entrada en la que trataré de delimitar algunas características comunes de este movimiento.

      Le gusta a 1 persona

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