La personalidad rebelde y rupturista de Gertrudis de Avellaneda quedó reflejada en su ficción. Una ficción en la que el ideal de feminidad no solo se pondrá en duda, sino que será comparado con la opresora vida de los esclavos. Gracias a las protagonistas de Sab, Carlota y Teresa, el lector descubrirá las oscuras máscaras que se ocultaban bajo la imagen del “ángel del hogar”.
Tanto Tersa como Carlota poseen un “alma superior” gracias a la cual son capaces de sentir “las pasiones terribles, las grandes virtudes”, los inmensos pesares” (Gómez de Avellaneda, 1997: 133). Su enorme facultad para albergar sentimientos las hacen “privilegiadas” sobre almas vulgares y materialistas como la de Enrique Otway.
La magnitud de su espíritu desinteresado hace que ambas sientan compasión hacia los más débiles. Carlota decide que tras su enlace “ningún infeliz respirará el aire emponzoñado de la esclavitud […] ¿qué importa ser menos ricos? Una choza con Enrique es bastante para mí” (Gómez de Avellaneda, 1997: 146). Teresa, tras conocer la enorme sensibilidad de Sab, le propone a este ser su compañera, subvirtiendo así todos los prejuicios sociales de la época.
Pero esta generosa y rompedora mujer, presentada al inicio como un ser apático y marginal, no solo siente sino que también puede razonar y controlar sus emociones. Teresa es quien dicta el destino de todos los que la rodean: al decirle al esclavo lo que debe de hacer para que Carlota pueda casarse con su enamorado, sentencia su vida, la del mulato, la de Otway y la de su amiga. A través de este personaje se rompen, por tanto, dos estereotipos del Romanticismo: el de fémina pasiva (incapaz de tomar decisiones importantes) y el de la mujer como poseedora solo “de sentimiento” y no “de razón”, facultad reservada al hombre.
Carlota también rompe con el ideal de ángel del hogar a pesar de haber nacido, en palabras de Sab, para “embalsamar los jardines, bella, inútil y acariciada tímidamente por las auras del cielo” (Gómez de Avellaneda, 1997: 258). Su desafortunado matrimonio no solamente no aportará descendencia; sino que la mujer no cumplirá con su “obligación” de servir en todo al marido, ya que ella permanece lejos de este. Según Brígida Pastor, Carlota es una de esas jóvenes enamoradas que ”descubren la enormidad de su engaño y a las que no le queda otra opción que la resignación” (2002: 85).
Gertrudis de Avellanada, a través de la señora de Otway y de Sor Teresa, recreó la realidad de muchas mujeres que eran infelices por tener que cumplir las estrictas normas sociales de la época. La religiosa, debido a su condición de huérfana sin apenas recursos, no podía optar al matrimonio deseado y su amiga, tras desilusionarse de su esposo, tenía que permanecer con este para siempre. Como critica el propio Sab, la virtud de las mujeres y de los esclavos en la Cuba del siglo XIX era “obediencia, humildad, resignación” (Gómez de Avellaneda, 1997: 271).
Más información en:
https://ddd.uab.cat/pub/tfg/2014/119410/TFG_zoraidasanchez.pdf )
Bibliografía
- Gómez de Avellaneda, Gertrudis (1997), Sab, ed. Donald McGrady, Madrid: Cátedra.
Muy buen artículo ¡¡¡
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hola! No sé si leerás esto pero me ha gustado mucho tu artículo. Estoy realizando una monografía comparativa entre Cecilia Valdés y Sab y me gustaría citar en mi trabajo algunas de tus palabras. ¿Serías tan amable de decir tu apellido?
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hola, Ingrid.
Muchas gracias. Feliz 2021. Me alegra mucho que estés investigando ese tema. Mis apellidos son Sánchez Mateos.
Un cálido saludo.
Me gustaMe gusta