La incorporación de la Península Ibérica al mundo político dominado por Roma se llevo a término entre el II a.c y el I d.c. La romanización lingüística tuvo en cuenta la naturaleza de los pueblos que se iban incorporando al Imperio. Sabemos que fue completa en las zonas que ya eran más cultas a la llegada de los romanos (el Sur y el Este) y más superficial en las zonas más alejadas del Mediterráneo: el Centro y el Norte.
La provincia Bética, urbana y culta, acogió a romanos de mayor nivel social y cultural por lo que su latín fue más conservador y puro. La Tarraconense (habitada por soldados, colonos o comerciantes sur-itálicos) desarrolló un latín más «vulgar» y receptivo a las innovaciones. El latín de la región Bética ascendería por el Oeste y llegaría hasta las zonas galaicas, astures y cántabras, manteniendo el carácter conservador de esta. Por el contrario, el latín popular de la Tarraconense se difundiría por el Centro, donde al cabo de los siglos brotaría el romance castellano, que tomaría elementos de ambas.
La presencia del latín en España arranca de un período que no es aún la época «clásica» y en el que existen formas que desaparecerán o serán arrinconadas por el desarrollo posterior de la lengua latina. Es probable que ese carácter arcaizante se deba también a que Hispania era una zona «lateral» del Imperio. Ello explicaría las numerosas coincidencias, de orden léxico, sobre todo, entre los romances hispánicos, el rumano y la oposición con el francés y el italiano. Estos últimos heredan el latín central, que era más transgresor.
Son bastantes los arcaísmos hispanos que se remontan a la época de la conquista romana (LABRUM > lebrillo) y las formas clásicas que pervivieron en la península y no en el Centro del Imperio, que prefirió innovaciones más tardías: AUDIRE > oír o MULTER > mujer. En España, se conservó el sistema ternario en los demostrativos, el antiguo pluscuamperfecto de indicativo y del futuro perfecto, si bien con notables desplazamientos de valor (amara, amare).
De acuerdo con lo anterior, no podemos esperar demasiadas innovaciones peculiares en el latín de la Península Ibérica. En cambio, sí se citan neologismos léxicos en época imperial: CAPTARE > catar ‘ver’. La lengua latina instalada en dicho territorio debió de presentar particularidades notables como consecuencia de los diversos idiomas que se habían desarrollado en él previamente y del largo periodo de tiempo de difusión de estos y del latín No obstante, era la misma lengua del resto del Imperio.
La latinización de España fue, en líneas generales, completa. Esto no solo se muestra en la floración de autores latinos (Séneca o Marcial) o en la existencia de grandes focos de latinidad (Hispalis o Tarraco), sino también en el hecho de que el latín era la lengua empleada hasta en los escritos más humildes. Es de ese latín hablado por todos «vulgar» (frente a la modalidad literaria, que estaba más fijada), de donde surgieron las lenguas romances y, entre ellas, el castellano.
(Continuará en próximas entradas)
Bibliografía
Cano Aguilar, Rafael (1988), El español a través de los tiempos, Madrid: Arco Libros.
Genial artículo. Espero la continuidad. Un abrazo
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Muchas gracias. Por si te interesa el tema, te adjunto el enlace de la publicación que hice hace poco sobre la herencia de las lenguas preromanas en Hispania. Un saludo. https://lacuevademontesinos.wordpress.com/2018/03/14/la-historia-del-espanol-la-hispania-prerromana-y-romana/
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Muchas gracias Zoraima. Lo leeré
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De nada. La próxima entrada sobre el origen del castellano se centrará en las invasiones de los pueblos germánicos, que nos dejaron una gran herencia léxica. Un saludo.
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