Aprender deleitando, un antiguo tópico latino que hoy día gracias a la literatura digital adquiere plena vigencia en la docencia de segundas lenguas. Atrás quedaron los métodos estructuralistas y nocio-funcionales que reservaban las creaciones literarias a los nativos o a unos cuantos eruditos extranjeros por considerarlas poco útiles para tal fin. Nada más lejos de la realidad.
La literatura hace que los aprendices exploren registros comunicativos y socioculturales distintos y que asimilen de manera lúdica nuevas formas gramaticales, léxicas y pragmáticas. Además, a partir de su comprensión pueden manifestar sus reflexiones u opiniones y desarrollar un espíritu crítico y creativo. La necesidad de dar a conocer y de garantizar la supervivencia de las obras canónicas exige que estas sean manipuladas para hacerlas más accesibles. Pocos han leído el texto original de La Iliada o de El Quijote, pero todos somos capaces de rememorar alguno de sus más célebres fragmentos.
El cine, la televisión o las redes sociales promueven que cada vez sean más las versiones que de estos se divulgan25, las cuales no desvalorizan el canon sino que lo enriquecen al fomentar y proponer nuevas lecturas. La combinación de este tipo de recursos multimedia, aplicados con una correcta y meditada metodología, con los textos clásicos (simplificados u originales) ofrece a la enseñanza de idiomas tantas herramientas didácticas como nuestras mentes alcancen a imaginar.
La figura del docente como guía es clave para conseguir que los alumnos puedan alcanzar las competencias comunicativas deseadas, ya que la imposición en la literatura no conduce a su deleite sino a su rechazo. Una buena orientación en las lecturas seleccionadas (auténticas y adaptadas), elegidas tras consultar las preferencias de los alumnos, permite al profesor explotar las ventajas de ambas en todos los niveles de manera entretenida y eficaz, sobre todo si se integran en ellas grabaciones y actividades interactivas de calidad.
Las obras originales aportan a los estudiantes la posibilidad de conocer las enormes posibilidades estilísticas y formales del nuevo idioma y las obras adaptadas hacen que puedan disfrutar y entender su contenido (debido al carácter universal de los clásicos), mientras aprenden a dominar su lenguaje. Estas últimas también suplen las múltiples carencias lingüísticas que poseen los aprendices en los primeros niveles y el deseo de no limitar considerablemente las lecturas auténticas a las que estos pueden acceder.
Por ello, es vital que los adaptadores sepan conservar la esencia de los textos originales (para promover su futura lectura) y que dejen de lado criterios comerciales. Estos pueden impedir que se desarrollen correctamente las exigencias lingüísticas, argumentales, contextuales o prácticas, obstaculizando así el progreso de los estudiantes:
– La excesiva simplificación de una obra canónica puede hacer que el estudiante pierda el interés por ella o que se detenga su proceso de aprendizaje.
– Una mala contextualización provoca que este no entienda la importancia que tuvo esa creación en su tiempo, que no sepa relacionarla con otras manifestaciones artísticas contemporáneas a ella o que sea incapaz de reconocer las características formales o de contenido que en esta se dan.
– La incompleta o errónea configuración de las actividades que acompañan a la adaptación hace que no se exploten al máximo sus posibilidades didácticas o que no se alcancen los objetivos propuestos para cada nivel de enseñanza.
– No hacer un buen uso de las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías dificulta tanto la accesibilidad a la obra como la participación y la motivación de los estudiantes.
La rigurosa adaptación de los textos clásicos garantiza su correcta comprensión y fomenta que los alumnos adquieran, de forma lúdica y precisa, las competencias comunicativas deseadas. Demostrando así, que pueden resolverse las exigencias lingüísticas y culturales del presente y del futuro a través de las glorias literarias del pasado. Estas, seguramente, preferirían que no hubiera niño que no las manoseara, mozo que no las leyera, hombre que no las entendiese y viejo que no las celebrara a estar reservadas a unos cuantos eruditos o condenadas al olvido por miedo a “adaptarlas” a los nuevos tiempos y necesidades.
La literatura en la enseñanza de idiomas (I)
+ información sobre el tema en el siguiente link:
http://uvadoc.uva.es/handle/10324/16857