Las letras hispanas, fuertemente vinculadas a la religión cristiana, retratan desde sus orígenes numerosos e importantes personajes femeninos que incitan a la lujuria o que extienden el caos entre sus más allegados. Uno de los testimonios, más antiguos y más conocidos, donde estas temibles mujeres aparecen es El libro del Buen Amor. La concupiscencia de las serranas que en él intervienen y las “malas artes” empleadas por la Trotaconventos tendrán una gran influencia en la literatura posterior.
Fernando de Rojas atribuirá muchas de las características de la mediadora del Arcipreste de Hita (facilidad para el engaño, amplio conocimientos para elaborar brebajes, actitud inmoral…) a Celestina. Sus habilidades para moverse entre los bajos fondos y las diversas e indecentes argucias que emplea para satisfacer sus deseos darán lugar en los Siglos de Oro a numerosas y destacadas pícaras. La lozana andaluza (1528), la pícara Justina (1605) o Teresa de Manzanares (1632) son personajes ingeniosos y con capacidad de determinación, que rompen con los estereotipos de mujer virtuosa y pasiva de la época.
Sin embargo, no solo en la prosa renacentista y barroca aparecen roles de feminidad alternativos a la figura de María, también estos invaden las tablas. La mujer en la escena cómica representa el desorden, la amoralidad y los deseos de libertad (González: 1995, 52). Las protagonistas de La dama boba, El perro del hortelano o La dama duende son un claro ejemplo de todo ello. Además, no hay que olvidar los múltiples personajes femeninos que se vestían de varón para huir de algún peligro o dificultad o para alcanzar sus deseos de venganza o de poder (Porro, 1995:122). Rosaura en La vida es sueño o Doña Juana en Don Gil de las calzas verdes son algunos de los ejemplos más conocidos.
La astucia, la osadía y la fuerza que caracterizan a muchas de las protagonistas de las comedias áureas se hallan también en las Lisis o las Nises que intervienen en la poesía erótica de los siglos XVI y XVII. Estas no son simples objetos de deseo (como ocurre en la lírica de corte petrarquista), sino que son seres que sufren y anhelan. El enorme contraste que existe entre estos personajes y el ideal de mujer sumisa, pasiva y frágil que intentaban implantar los teóricos en España a finales del Renacimiento es descrito por Sánchez (2015). En su artículo, además, se detallan las diferencias físicas y morales que hay entre las pálidas y contemplativas damas neoplatónicas y las saludables y vitales mujeres que protagonizan las composiciones eróticas.
Pero a pesar de que la poesía carnal fue ampliamente cultivada por grandes autores (Francisco de Quevedo, Lope de Vega, Luis de Góngora o Melchor de la Serna), los sugerentes versos donde aparecen roles de feminidad alternativos circularon en manuscritos clandestinos para poder salvar la censura. Esto los condenó a permanecer apartados del canon y los relegó al casi total olvido hasta las últimas décadas del siglo XX. Gracias a ediciones como Floresta de poesía erótica del Siglo de Oro de Pierre Alzieu (1975) o a las recientes investigaciones lideradas por críticos como Ignacio Díez, José Labrador o Javier Blasco, las intrépidas mujeres que recoge la lírica aurisecular comienzan a ser conocidas.
Bibliografia empleada
- González, Luis. (1995). “La mujer en el teatro del Siglo de Oro español” Teatro: revista de estudios teatrales, 6-7, [en línea]. 41-70. Disponible en: http://dspace.uah.es/dspace/handle/10017/4530.
- Porro, María. (1995). Mujer «sujeto»-mujer «objeto» en la literatura española del siglo de oro, Atenea: estudios sobre la mujer, Málaga: Universidad de Málaga.
- Sánchez, Zoraida. (2015). “En la calle, honestos ángeles y, en la intimidad, Venus retozonas”, Lasciva est nobis pagina…, ed. Javier Blasco, Pontevedra: Academía del Hispanismo. pp. 67-82.
Me ha encantado, es genial poder indagar y esclarecer estas controversias, que estamos en el siglo «que viene» aunque muchos no se hayan enterado. Muy ilustrativo, creo que aquí voy a aprender mucho. Me quedo. Un saludo
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