La caracterización de una mujer ingeniosa y fuerte, capaz de dirigir los asuntos del campo y de la casa, determinada a no ser humillada ni sometida por un hombre y con el coraje suficiente para rescatar y ajusticiar a un terrible bandido, la encontramos en la protagonista de “La hermosa viuda”.[1]
Várvara es una atractiva joven casada con un hombre de “poco meollo”, que relegaba en ella todas las responsabilidades familiares y laborales: “Ella regía todo: la casa, los campos, los mozos; ma era siempre dulce, nunca non hacia injurias (Barquín, 1995: 296). Tras la repentina muerte de este, la hermosa viuda se encarga de sus tierras, de su casa y de Melada (su hija) y hace caso omiso a sus múltiples pretendientes, pues está convencida de que no desea volver a casarse. Solamente, se distrae de sus duras obligaciones, para escuchar sorprendentes relatos.
Un día oye la historia de un hombre que va a ser ahorcado por haber cometido numerosos delitos y decide acudir al funesto acto: “Madrugan mucho […] Ellas se adoranron como si se iban al balo” (Barquín, 1995: 297). Los intensos sentimientos que despierta el criminal en ella provocan que, después de ser este colgado, Várvara regrese a contemplarlo.
La osada viuda no solo aparta del cuerpo del bandido las alimañas que intentan devorarlo, sino que lo descuelga y salva su vida, ya que ella no teme a la justicia humana: “Yo me espanto sólo de Dios y no de ninguno otro” (Barquín, 1995: 299). A continuación, para evitar que alguien sospeche, viste y peina a Gospodits con la ropa de su antiguo marido, y lo hace pasar por un pariente lejano que desea ayudarla en las duras labores del campo.
El profundo agradecimiento que él convicto muestra hacia su salvadora, mediante numerosos regalos y atenciones, despierta en ella un fuerte interés. Pero Várvara pone una condición para que puedan casarse, que él le jure que: “no vas querer hacerte mi amo, porque yo estuve mucho tiempo debajo de comando; no quero más estar” (Barquín, 1995: 302).
Sin embargo, tras el enlace el comportamiento de Gospodits, antes trabajador y honesto, se vuelve perezoso y grosero: no ayuda a su hermosa mujer en la siega, se emborracha con frecuencia y acosa a su hijastra. Al principio, Várvara se lamenta y calla: “Ella, a las primerías, le respondía con reposo a su afeos; ma después empezó seriosamente a defenderse y palabras fuertes se decían de parte a parte. Los pleitos no mancaban nunca” (Barquín, 1995: 303).
La situación con el tiempo empeora y, después de intentar echar a Melada de la casa (por no aceptar sus deshonestos propósitos), se desata un violento enfrentamiento en el matrimonio: “No va a tener el coraje de tocarte ni un cabeo de tu cabeza; esto var ser mi hecho […] por que yo no quero” (Barquín, 1995: 304). La astucia de la viuda salvará a ella y a la muchacha, y condenará para siempre al ingrato bandido, gracias al arriesgado plan que esta trama y ejecuta.
Una noche, aprovechando el estado de embriaguez de Gospodits, su mujer y su hijastra lo atan y lo llevan hasta el lugar donde fue ahorcado. Allí, Várvara ignora las promesas que hacía el criminal (de huir y de dejarlas en paz) tras haberle confesado ella su trágico destino: “te vo enforcar de nuevo, pichón mío” (Barquín, 1995: 306).
[1] La hermosa vivda, subtitulada Fato que se pasó en Marsella, fue publicada en 1910 por la editorial Sayich y distribuida por El Meseret, nº 25 y 26 (Barquín, 1995: 293).
Zoraida Sánchez Mateos
Bibliografía
o Barquín, Amelia (1995), Edición y estudio de doce novelas aljamiadas serfardies del principios del Siglo XX, Bilbao: Universidad del País Vasco. Edición y estudio de doce novelas aljamiadas serfardies del principios del Siglo XX
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