Los personajes femeninos de María, Sab, Alberto: el jugador y Margarita (al estar construidos sobre las bases del “ángel del hogar” que marcaban los proyectos fundacionales) tendrían que ocuparse solo del cuidado del esposo, de los hijos y del hogar, pero casi nunca es así. La única que cumple fielmente con tales ideales es María, debido a que siempre intenta tener contento a Efraín; ella se esmera, día a día, en decorar las estancias de su amado con flores, coser su ropa y atender correctamente al hermano pequeño de ambos.
El resto de protagonistas, al verse inmersas en una dura y compleja realidad, deben actuar fuera del ámbito familiar. Los ejemplos más destacados de intervención femenina en el espacio público los encarnan Margarita, Carlota y Luisa (personaje de Alberto, el jugador). Margarita huye de la casa paterna y aprende a sobrevivir dignamente; primero trabajando como costurera y, después, ejerciendo de enfermera. Carmela mantiene a su hija (tras el abandono de su esposo), cuida de los necesitados y va a hablar con un juez para aclarar el encarcelamiento de su yerno, acción reservada en la época casi, exclusivamente, para el género masculino.
Luisa se atreve a salir de noche en busca de su marido para convencerlo de que abandone el vicio del juego, ya que este está destruyendo su matrimonio y su estabilidad económica. También es interesante tener en cuenta la capacidad de decisión de Teresa, porque es ella la que marca el destino de Sab, de Carlota y de Otway. Todas estas actuaciones permiten mostrar un rol de mujer más activo y dinámico, aunque todavía bastante alejado de las novedades sociales que estaba protagonizando el género femenino en el siglo XIX.
Como indica Grabiela Cano, el bello sexo acudía con frecuencia a las escuelas para recibir cierta instrucción académica y “dueñas del alfabeto, muchas mujeres se convirtieron en lectoras, algunas se dedicaron a escribir en revistas y periódicos, y llegaron a ganarse la vida con la pluma” (2006: 549). De los personajes femeninos analizados, tan solo Margarita y su amiga Teresa han recibido formación en un centro de enseñanza. María también posee algunas nociones de cultura (aunque estas son fruto de las clases particulares que le da Efraín) y, únicamente, ella y Carlota son lectoras asiduas de las principales novelas del folletín francés.
No obstante, ninguna de las protagonistas estudiadas desarrolla el ejercicio de la escritura ni participa en tertulias literarias o en eventos sociales importantes. Tales acciones en las obras comentadas quedan reservadas a la figura del hombre, la cual es, por tanto, la depositaria de la palabra y la encargada de dirigir los asuntos del ámbito público. Además, hay que señalar que la estrecha relación que se establece entre estas y la naturaleza las dota de un fuerte rasgo de pasividad.
La mayoría de ellas pasa gran parte de su tiempo paseando por sus jardines, acción que potencia el tópico de la época de que el género femenino era como una hermosa planta: “su propia esencia, su fragilidad, su belleza física y su carencia de aptitudes para la vida práctica, convertía a la mujer virtualmente en una flor” (Dijkstra, 1993: 15).
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