Intentar definir las capacidades intelectuales y la educación que debía recibir la mujer, en el siglo de las luces, fue uno de los debates más complejos y extensos de este periodo. Aunque se había reconocido que el género femenino era un ser racional, quedaba todavía por determinar hasta dónde llegaban sus competencias mentales. ¿Eran las mismas que las del hombre? O ¿eran distintas? La solución a este complejo dilema encuentra en la prensa opiniones bastante diversas.
Por un lado, están aquellos que creían que el bello sexo poseía las mismas competencias que el varón y, por tanto, podían ser hábiles en todos los saberes “estando dotada la mujer de tanta capacidad como el hombre, es susceptible de los mismos progresos que este en todos los ramos que honran al entendimiento humano” (Diario de Madrid, 1797, Nº 88). Tal afirmación era sustentada por la historia “basta el ejemplo de las Espartanas y de las Romanas, para convencernos de que la mujeres dirigidas por una educación varonil son capaces de grandezas de alma, de patriotismo, de entusiasmos por la gloria, de fortaleza “(Miscelánea, 1797, Vol. 6).
Por otro lado, se hallaban los que pensaban todo lo contrario y negaban a la mujer el derecho de aprender y de superar las barreras que le imponía su condición de ángel del hogar. Algunos “con una mano bárbara han intentado cerrarle el santuario de las ciencias, precisándola a recibir de la boca de los hombres los resaltados de sus averiguaciones, de sus errores y de sus delirios” (Diario de Madrid, 1797, Nº 88).
Por último, había unos pocos que consideraban que el género femenino estaba mucho más dotado y capacitado que el hombre. Hay personas que “han advertido en ella, más delicadez, más sensibilidad, y de aquí han colegido que era capa de sobresalir al talento del sexo fuerte” (Ídem).
Tal era la que no solo se atrevían a defenderlas, sino que también atacaban a quienes las negaran ”despojar a las mujeres de unos dotes y prerrogativas del alma que las concedió la naturaleza […] es una sofistería hija de ingenios cavilosos y amigos del discurrir con novedad en los asuntos mas claros y triviales” (Memorial literario, 1787, Nº 47).
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Hola Adiaroz,
aunque no había comentado en el blog (que por cierto voy siguiendo desde hace un tiempo y me parece magnífico) lo hago ahora. Es sorprendente pensar que se tuviera que reconocer que el género femenino fuera un «ser racional». Puede sorprendernos en la actualidad, pero aún quedan culturas que lo pueden pensar. Lo importante en ese momento fue que el debate se empezó a abrir, fue un primer paso (que no es poco). Comenzaron (los hombres sobre todo) a tener opiniones distintas en ello (algo casi impensable tiempos atrás) y la lógica acabó por imponerse. La segunda pregunta que se plantearon era consecuente con la primera: si era racional, qué educación deberían recibir. Por supuesto la pregunta nos lleva a un tercer interrogante: si reciben educación es para un fin, y este fin es lo que realmente temían pues podrían acceder a trabajos y a realizar una función en la sociedad que hasta entonces les era vetada por poder equipararles con los hombres. Aún tendrían que pasar muchos años para seguir avanzando en el camino de esa igualdad, pero poco a poco, paso a paso, se irá consiguiendo, seguro.
Saludos
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Hola Francisco
Me halaga saber que te agradan mis indagaciones sobre la imagen y el rol social que desempeñó el bello sexo en las diversas épocas. La verdad que, hoy día, no solemos apreciar demasiado la enorme suerte que tenemos al tener leyes que defiendan la igualdad de derechos. Hasta finales del XIX, a la mujer se la consideraba (durante toda su vida) como un «menor de edad» y, por tanto, un ser incapaz de tomar sus propias decisiones.
Por ello, resulta sorprendente que a pesar de estas ideas y de todas las limitaciones sociales que se les imponía hubiera féminas que rompieran esas cadenas demostrando su inteligencia y fuerza. Ahora estoy trabajando la caracterización del género femenino en el siglo XVI y resulta casi abominable leer que la mujer entonces era una mera «vasija» donde el varón depositaba su semilla, ya que no se le permitía apenas hablar y la reclusión en el hogar se convertía en su forma de vida.
Un cordial saludo.
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Tengo en mi blog un artículo sobre las primeras mujeres médico en España. Quizás ya lo leíste pero te dejo el enlace por si es de tu interés.
http://franciscojaviertostado.com/2013/01/21/quienes-fueron-las-primeras-mujeres-medicos-en-espana/
Un saludo también para ti.
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